martes, 19 de mayo de 2009

CINE Y POESÍA (IV): "Blade Runner".














"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. (…) Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir".

Hay escenas que dejan su marca indeleble, por conmovedoras, imprevistas y mágicas. Algunos de esos hallazgos, de forma algo sorprendente, proceden de esa inmensa fábrica serial y banalizadora de Hollywood, caracterizada por sus estropicios rentables.
Pero no todo es olvidable por su lugar de producción. Y aunque la afirmación no esté exenta de polémicas, así me pareció hace tiempo una de las escenas finales de Blade Runner de Ridley Scott (inspirada por una novela de Philip Dick y deudora de la sobresaliente Metrópolis de Fritz Lang), en la que los roles habituales –los papeles asignados- son repentinamente trastocados. Me refiero a la lucha a muerte entre un cazador de replicantes (encarnado por Harrison Ford) y un replicante (Rutger Hauer) que se resiste a morir. Las fronteras entre lo humano y lo maquínico, aunque no desaparecen, se hacen más difíciles de identificar. Mientras unas máquinas antropomórficas lloran, se estremecen e incluso se autolimitan por compasión, los humanos se deshumanizan o, lo que es peor, muestran el costado pernicioso de sí mismos, al punto ya de no poder identificarse con el otro. Extraña paradoja -puesta en evidencia hace más de dos décadas (1982)- que dista de ser una mera especulación sobre las distopías del siglo XXI. Más bien, sigue lanzándonos a la cara la interrogación por la condición humana, ya no como cuestión abstracta, sino como una problemática apremiante, como una urgencia vital. Con música compuesta por Vangelis, ahí van estos fragmentos poéticos –en tanto despliegan una estética de las formas visuales y sonoras- que constituye, además, un ejemplo del potencial crítico del cine. Comparto entonces esa escena, con la promesa de volver sobre otras menos conocidas pero no menos bellas.
A.B.