martes, 8 de septiembre de 2009

Aforismos de Antonio Porchia

"Cuando digo lo que digo, es porque me ha vencido lo que digo".

"Algunos, adelantándose a todos, van ganando el desierto".
A.P.



Situado en alguna nebulosa lejana hago lo que hago,
para que el universal equilibrio de que soy parte
no pierda el equilibrio.
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Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.
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Tú crees que me matas. Yo creo que te suicidas.
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Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.
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Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo.
Uno de los dos faltaba.
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Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo.
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A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.
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Mis ojos, por haber sido puentes, son abismos.
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Antes de recorrer mi camino yo era mi camino.
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Durmiendo sueño lo que despierto sueño.
Y mi soñar es continuo.
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Pueden en mí, más que todos los infinitos,
mis tres o cuatro costumbres inocentes.
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Y si llegaras a hombre, ¿ a qué más podrías llegar ?
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Nada no es solamente nada. Es también nuestra cárcel.
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He llegado a un paso de todo. Y aquí me quedo,
lejos de todo, un paso.



El dolor no nos sigue: camina adelante.
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En plena luz no somos ni una sombra.
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La confesión de uno humilla a todos.
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Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno.
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Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.
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Casi siempre es el miedo de ser nosotros
lo que nos lleva delante del espejo.
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Las cadenas que más nos encadenan
son las cadenas que hemos roto.
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Comencé mi comedia siendo yo su único actor
y la termino siendo yo su único espectador.
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No ves el río de llanto porque le falta una lágrima tuya.
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Nadie es luz de sí mismo: ni el sol.
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Todo lo que cambia, donde cambia, deja detrás de sí un abismo.
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Antonio Porchia




Fragmentos de "Antonio Porchia: El apogeo del aforismo", de Roberto Juarroz (extraído de "La fidelidad al relámpago, conversaciones con Roberto Juarroz", Universidad de México, Vol. XXXVIII, nueva época, número 16, México, Agosto de 1982).

"La literatura fragmentaria pretende responder a la naturaleza misma de la vida y del mundo interior del hombre. Fragmentar alude, aun etimológicamente, a ruptura, partición, fractura, quiebra. El pensar y la realidad no constituyen fluencias homogéneas, sino crispados procesos donde priman las intermitencias, los saltos y los sobresaltos. (...)
La literatura fragmentaria prefiere la secuencia breve y concentrada, el trozo expresivo, los restos más valiosos que puedan salvarse del naufragio. Desconfía de la abundancia o el exceso de palabras y cree que algunas cosas, tal vez las más plenas, sólo pueden ser captadas enunciándolas sin mayor desarrollo, explicación, discurso o comentario. (...) Y así el impacto de lo breve se asocia con el balbuceo primigenio y también con el sueño de una sabiduría no mediatizada. De eso se desprende un margen de desconfianza hacia la literatura y la filosofía en general, que al extender o estirar el pensamiento, la creación, la expresión, debilitarían su esencia.
(...) Esta irremplazabilidad del género lo sitúa junto a la poesía, como lo más cercano al silencio. Su condición es la rigurosa concentración, que está denunciando implícitamente la falta de necesidad de la mayor parte de cuanto se escribe. Su peligro es caer en la fórmula o la sentencia apodíctica y fácil, como también confundir la brevedad y la síntesis. (...)
La vida y la obra de Porchia están señaladas también por la soledad, el apartamiento y la marginación. No se habita en vano el infinito, dentro de un mundo que lo escamotea y lo traiciona. La soledad es la ley del creador; el apartamiento es su situación o su condena inevitable; la marginación es el resultado de no compaginar con los productos de la medianía y la superchería literarias, así como tampoco con las simulaciones y los estereotipos sociales. Adquieren así particular sentido sus aforismos sobre la soledad: Un hombre solo es mucho para un hombre solo. O también: El árbol está solo, la nube está sola. Todo está solo cuando yo estoy solo. (...)
Ante esta excepcional riqueza de pensamiento resulta doblemente sorprendente recordar que todo está contenido en una sola y única obra, publicada en varias series a partir de 1943, bajo el titulo de Voces. (...)
Por eso su forma de aforismo, de breve núcleo entero, de rigurosa y esencial condensación, opuesta al fragmentarismo holgazán que simplemente elude cualquier esfuerzo de desarrollo. Se trata del proceso inverso: aquí el desarrollo tiene signo al revés. Casi nunca usa sinónimos; sabe que no hay sinónimos perfectos y también cuánto puede agregar a una palabra cierta pequeña variación de perspectiva en la frase. Se vale de un lenguaje casi en estado de inocencia, pero de inocencia final, donde cada término tiene algo de sagrado y único, sin borrosidad de desgaste, Habla como si fuese el primer hombre que hablara, pero lejos de la grandilocuencia y la profecía. Habla desde más allá del lenguaje, como si su voz no estuviera hecha de palabras. Podemos llegar a sospechar que si el hombre hubiese nacido inteligente, tal vez habría hablado así en la primera mañana del mundo. (...)".
R. J.