martes, 10 de noviembre de 2009

«De parte de las cosas» (fragmentos) –Francis Ponge

“Los poetas son los embajadores del mundo mudo”.

“Creo que el escritor debe escribir contra todo lo que se ha escrito antes de él”.

Francis Ponge

A pesar de las resonancias objetivistas y realistas que suelen atribuírsele a este texto de Ponge, su escritura más bien nos incita a reinventar la mirada, entregarnos al impulso íntimo de las cosas, al mundo mudo del que somos parte. En una época que celebra el solipcismo radical, que convierte al sujeto en soberano y se desentiende de la materialidad sangrante de las cosas, el retorno a ese mundo no es llamado a desconocer las palabras, sino a resituarlas en su vínculo conflictivo con algo que las rebasa.


Reformulando la célebre frase de Husserl, el lenguaje es siempre lenguaje de algo. No porque no necesitemos seguir reflexionando, sino porque necesitamos asimismo el movimiento que nos lleva más allá de nosotros mismos, para reencontrar la experiencia de lo que se resiste, para no dejarnos vencer por los esquematismos, para recuperar la libertad de percibir desde otro horizonte las mismas cosas (quizás). No por azar Ponge declaraba que su trabajo "...es una continua rectificación en favor del objeto en bruto». No porque alguna vez pudiéramos acceder despojados de nuestro horizonte de prejuicios y tradiciones interpretativas, sino porque en su tensión irreductible tal vez alguna vez podamos ponerlo en crisis.


Puede que esa crisis sea la condición para abrirnos al dolor del mundo, luchar contra la voluntad de dominio sobre las cosas, reconstruir la promesa de una coexistencia sin vasallajes, dando una voz al mundo mudo.

A.B.

Si alguna vez los objetos pierden para ustedes su gusto, observen entonces, con un partido ya tomado, las insidiosas modificaciones suscitadas en sus superficies por los sensacionales aconteceres de la luz y del viento, según la fuga de las nubes, según se apague o se encienda tal o cual grupo de lámparas del día, esos continuos estremecimientos de sus capas, esas vibraciones, esos vahos, esos hálitos, esos juegos de soplos, de pedos leves.
La presencia de los objetos, su evidencia concreta, su espesor, sus tres dimensiones, su lado palpable, indudable, su existencia de la que estoy más seguro que de la mía, todo eso es mi única razón de ser, mi pretexto propiamente dicho; y la variedad de las cosas es en realidad lo que me construye.

(…)

Francis Ponge y Jaques Derrida

Su infierno es de otra índole

La fauna se mueve, mientras que la flora se despliega a la vista.
Toda una especie de seres animados está directamente asumida por el suelo.
Tienen en el mundo su puesto asegurado, así como deben a la antigüedad su decoración.
Diferentes en esto a sus hermanos vagabundos, no son sobreañadidos al mundo, importunos al suelo. No vagan en busca de un lugar para morir, aunque sus restos, como los de los otros, sean absorbidos por la tierra cuidadosamente.
No hay ninguna preocupación alimenticia o domiciliaria en ellos, ningún entre-devorarse: no hay terrores ni carreras dementes, ni crueldades ni quejas ni gritos ni palabras. No son los cuerpos segundos de la agitación, de la fiebre y del crimen.
Desde su aparición a la luz, tienen casa propia en la calle o en el camino. Sin preocupación alguna por los vecinos, no entran los unos en los otros por la vía de la absorción. No salen los unos de los otros por gestación.
Mueren por desecación y caída al suelo o, más bien, por hundimiento sobre su mismo lugar; raras veces por corrupción.
Su infierno es de otra índole.
No tienen voz. Son, poco más o menos, paralíticos. No pueden llamar la atención sino por sus poses. No dan la impresión de conocer los dolores de la no-justificación. Pero no podrían, de ningún modo, escapar de esta obsesión por la fuga, o creer escapar de ella, con la embriaguez de la velocidad. No hay más movimiento en ellos que la extensión. Ningún gesto, ningún pensamiento, tal vez ningún deseo, ninguna intención poseen que no culmine en un monstruoso acrecentamiento de su cuerpo, en una irremediable excrecencia.
En la primavera, cuando, cansados de contenerse y no soportándolo más, dejan escapar una oleada, un vómito de verde, y creen entonar un cántico variado, salir de sí mismos, extenderse a toda la naturaleza, abrazarla, no logran todavía más que, por millares de ejemplares, la misma nota, la misma palabra, la misma hoja.
No se puede salir del árbol por los medios del árbol.

(…)

La superficie del pan es maravillosa en principio a causa de esa impresión casi panorámica que ofrece: como si tuviéramos a disposición de la mano Los Alpes, el Tauro o la Cordillera de los Andes.

De esta manera, entonces, una masa amorfa eructando fue deslizada para nosotros en el horno estelar, donde, endureciéndose, se plasmó en valles, crestas, ondulaciones, grietas…Y desde entonces todos estos planos claramente articulados, todas estas losas delgadas donde la luz con aplicación tiende sus fuegos –sin un vistazo a la blandura innoble subyacente.

Ese frío y descuidado subsuelo que llamamos miga tiene un tejido similar al de las esponjas; ahí, hojas y flores son como hermanas siamesas unidas por todos los codos a la vez. Cuando el pan se seca, sus flores se marchitan y se encogen: se separan las unas de las otras, y la masa se puede desmenuzar.

Pero cortémosla acá: porque el pan en nuestra boca debe ser menos objeto de respeto que de consumo.

F.P.

Dos libros de Francis Ponge (on-line)

La rabia de la expresión

El silencio de las cosas


«Taller para poemas inexplicables»

Nada más banal que lo que me ocurre, ni más simple que la solución del problema que se me plantea.
Mi pequeño libro: De parte de las cosas, que apareció hace casi seis años, dio lugar desde entonces a un determinado número de artículos críticos – en general bastante favorables – que hicieron conocer mi nombre en algunos círculos incluso más allá de las fronteras de Francia.
Aun cuando los textos muy breves de los que se compone ese ínfimo conjunto no contienen explícitamente ninguna tesis filosófica, moral, estética, política o de otro tipo, la mayoría de los comentaristas brindaron interpretaciones derivadas de esas diversas disciplinas.
(...)

Sidi-Madani, sábado 10 de enero de 1948.


“Dirigiéndome a los poetas, dice Sócrates, examiné las obras suyas que me parecieron mejor trabajadas, y les pregunté lo que querían decir, y cuál era su objeto, para que me sirvieran de instrucción. Pudor tengo, atenienses, en deciros la verdad; pero no hay remedio, es preciso decirla. No hubo uno de todos los que estaban presentes, incluidos los mismos autores, que supiese hablar ni dar razón de sus poemas. Conocí desde luego que no es la sabiduría la que guía a los poetas, sino ciertos movimientos de la naturaleza y un entusiasmo semejante al de los profetas y adivinos; que todos dicen muy buenas cosas, sin comprender nada de lo que dicen. Los poetas me parecieron estar en este caso; y al mismo tiempo me convencí que a título de poetas se creían los más sabios en todas las materias, si bien nada entendían. Los dejé, pues, persuadido de que era yo superior a ellos…
…En fin, fui en busca de los artistas. Estaba bien convencido de que yo nada entendía de su profesión, que los encontraría muy capaces de hacer muy buenas cosas, y en esto no podía engañarme. Sabían cosas que yo ignoraba, y en esto eran ellos más sabios que yo. Pero, atenienses, los más entendidos entre ellos me parecieron incurrir en el mismo defecto que los poetas, porque no hallé uno que, a título de ser buen artista, no se creyese muy capaz y muy instruido en las más grandes cosas; y esta extravagancia quitaba todo el mérito a su habilidad. Me pregunté, pues, a mí mismo… si querría más ser tal como soy sin la habilidad de estas gentes, e igualmente sin su ignorancia, o bien tener una y la otra y ser como ellos, y me respondí a mí mismo… que era mejor para mí ser como soy.” (...)
¿Qué extraemos de lo precedente, si no (con el debido respeto) cierta estupidez de Sócrates? ¿Qué idea es esa de preguntarle a un poeta lo que quiso decir? ¿No es acaso evidente que si él es el único que no puede explicarlo es porque no puede decirlo de otra manera que como lo ha dicho (y que si no, lo habría dicho de un modo diferente)?
Y de allí deduzco también la certidumbre de la inferioridad de Sócrates con respecto a los poetas y a los artistas – y no su superioridad.
Porque si Sócrates en efecto es sabio en la medida en que conoce su ignorancia y solamente sabe que no sabe nada, y en efecto Sócrates no sabe nada (salvo esto), el poeta y el artista saben en cambio por lo menos lo que han expresado en sus obras mejor trabajadas.
Lo saben mejor que aquellos que lo pueden explicar (o pretenden hacerlo), porque lo saben en sus propios términos. Por otra parte, todo el mundo lo aprende en esos términos y lo retiene fácilmente en la memoria.
En seguida obtendremos de esto varias consecuencias (o ideas consecutivas). Pero tenemos que confesar primero que en efecto los poetas y los artistas abandonan muy a menudo su felicidad y su sabiduría, creen poder explicar sus poemas y creen también que su habilidad en esa técnica los hace aptos para intervenir en otras clases de problemas, lo que de ningún modo sucede fatalmente.
Que no se espere de mí semejante presunción. Cualquiera es más capaz que yo para explicar mis poemas. Y evidentemente soy el único que no puede hacerlo.
¿Pero acaso el hecho de que un poema no pueda ser explicado por su autor, antes que una vergüenza para el poema y su autor, no contribuye por el contrario a su gloria?
Y por cierto que tal vez lo único que sería una vergüenza para mí es que otro diga mejor que yo lo que quise decir y me persuada por ejemplo de un defecto (de una carencia) o por el contrario de una redundancia, que hubiese podido evitar. Por mi parte, corregiría de inmediato ese error, ya que la perfección del poema ciertamente me importa más que cualquier sentimiento de mi propia infalibilidad.
Pero finalmente, ¿acaso podría decirse que un poema que no puede ser explicado de ninguna manera es por definición un poema perfecto?
No. Hacen falta además otras cualidades, y quizá solamente una cualidad. Tal vez Sócrates no era tan estúpido como nos parecía al principio. ¿No tuvo acaso de alguna manera la idea de pedir que le explicaran un poema que llevara su evidencia consigo…? (Pero, ¿se lo llamaría todavía poema?…)


Sidi-Madani, sábado 31 de enero de 1948.

PLAN. - Poemas, que no se explican (Sócrates).
Superioridad de los poetas sobre los filósofos:
a) (no sé muy bien si tengo razón en emplear la palabra poeta),
b) (superioridad en tanto que no se creen superiores en nada más que en su poesía).
Sobre la evidencia poética. Evidentemente, debe ponerse en tela de juicio. Ése es el riesgo. Conocimiento poético (poesía y verdad).
De lo particular a lo común.
(Inclusión del humor: grandes juegos de palabras.)
Dos cosas llevan a la verdad:
la acción (la ciencia, el método), la poesía (a la mierda esa palabra);
¿la calificación?
- la constatación de relaciones de expresión.
Si defino a una mariposa como pétalo superfetatorio, ¿qué es más verdadero?
Poemas, que no se explican:
1º Poemas-poemas: porque no son lógicos. Objetos.
2º Poemas-fórmulas: más claros, impactantes, decisivos que cualquier explicación.
Superioridad de los poetas sobre los filósofos:
saben lo que expresan en sus propios términos.
De lo particular a lo común:
lo particular en el mundo exterior;
una retórica por objeto;
todo lenguaje tiende siempre al proverbio.

Sidi-Madani, martes 3 de febrero de 1948, de noche (1).