viernes, 31 de diciembre de 2010

Entretanto


Entretanto
vivir en los gestos
mínimos, en esos ojos de asombro,
tu risita subiendo la escalera
de regreso del jardín y que los desórdenes
de entrecasa persistan en todo lo puro
que hay en esta impureza de aire maltratado.

Como si ya no hubiera
más que ganas de levantar del suelo
esta pesadumbre y que conversen
las ventanas con los ceniceros y la madrugada
nos sorprenda conspirando
y
el deseo vuelva
a asomarse
entretanto
en estas manos que no se resignan
a vivir enfundadas, frías de otro,
en el punto exacto
donde la caricia cae.

domingo, 19 de diciembre de 2010

«Nubes tristísimas» -poemas de Idea Vilariño


Foto: ParkerHarrison


Inútil decir más.
Nombrar alcanza.
Idea Vilariño

Constante despedida

Estos días
los otros
los de nubes tristísimas e inmóviles
olor a madreselvas
algún trueno a lo lejos.

Estos días
los otros
los de aire sonriente y lejanías
con un pájaro roto en un alambre.
Estos días
los otros
este amor desgarrado por el mundo
esta diaria constante despedida.

De Pobre mundo.


25

Estoy
y arrecia el viento
y truena
y llueve
y canta el mar
y estoy aquí
nadie
sin nadie.


45

Como el que desvelado
a eso de las cuatro
mira con ojos tristes
a su amante que duerme
descifrando la vieja eterna estafa.

De No.


Los adioses

Morirse
no morirse
y estarse triste repartiendo adioses
moviendo
adiós
apenas
el pobre corazón como un pañuelo.

De Nocturnos.


Idea Vilariño

domingo, 12 de diciembre de 2010

Tres poemas de Germán Arens





Silencio

En el silencio
la urdimbre del dolor.

La vida en mis uñas,
la muerte en mis manos.

Y una plegaria de gloria en la mentira.

De Los ojos del cordero (2010)
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A más decir estoy estando

Estoy estando desde hace años
añado desde nacido preciso en instantes
aunque en ocasiones urbano decidor
nunca perfecto en tiempos verbales
estoy estando pasado
a veces nauseado de poesía
a más decir de los poetas.
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De Versos de Gabino (2009)
--..


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Espárragos

Los espárragos más tiernos
crecían a ambos lados
de un desagüe
que habitaban
desde los inicios
de la colonización
las ranas y los mosquitos.
Los buscábamos por debajo
de la sombra
de algún sauce llorador
en los veranos del setenta.

Una vez encontramos
un paquete envuelto
en papel de diario.
Estaba lleno de balas.

De Pueblada (2008)
--
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domingo, 5 de diciembre de 2010

CINE Y POESÍA (VI): «Una deriva en silencio»

Apenas conozco algunas escenas similares en intensidad dentro de la historia del cine argentino. Se trata de una escena de Los muertos (2004, Lisandro Alonso), que se despliega en silencio. Son dos minutos que se hunden en lo que no puede narrarse.

Podemos navegar a la deriva, dejarnos llevar por la corriente, perdernos de la orilla del río. Todos navegamos con nuestros muertos y sus espectros nos seguirán, incluso ante el deseo de olvido. Aunque nos entreguemos a los diminutos goces cotidianos, a la dulzura efímera del río, a la miel arrebatada a un panal en un tronco, antes del festín austero que aguarda río abajo. Entre tanto, dejarse estar, escuchar los sonidos inconfundibles de la isla y que los árboles conversen con el agua.


Arturo Borra

lunes, 22 de noviembre de 2010

Un diálogo entre Víktor Gómez y Antonio Méndez Rubio

-I-

EDUCAR EN LA SOSPECHA,
enseñar a mirar, a no ver,
preparar para la rotura,
abrir en la ruidosa ciudad
archipiélagos en silencio,
estancia que es vuelo, vuelco, balconada,
convidar a la lentitud, a la atención,
a la espera y a la incertidumbre,
negar la facilidad de lo previsible,
cambiar techo por cielo abierto.
besar la nieve, no las huellas, amoratar
los labios e insistir,
volver e irse y volverse a ir, sin fin, sin reticencias.


Víktor Gómez, Huérfanos aún (Baile del Sol, 2010).





Es después
de toda la oscuridad
sabida insuficiente, libre, luego
de que no pase nada,
cuando sobreviene ese turno
final
de volver a algún hogar ausente,
sin causa reconocida,
a deshora o con el cuerpo frío
por el alba en silencio. Tras
pensar el esplendor
de la ruta posible, nada ni
nadie nos
quita el sueño o
espera para hablar del día.
No hay, en la mesa de tablas,
rostros enfrente, manos aun cerca,
juntas,
que recojan con su rabia las migas
de pan ácimo mientras
todos aprietan los dientes.


Antonio Méndez Rubio, Cuerpo a cuerpo (Baile del Sol, 2010)

sábado, 6 de noviembre de 2010

«Junto al pájaro derribado», tres poemas de Laura Giordani

"Hay un árbol", Laura Giordani



"Sólo querer ser árbol para abrazarte"
Laura Giordani


Dame esa palabra que haga brotar calostro de las piedras
mientras tanto no decir nada
seguir en penumbra
hasta que alguien me llore dentro y tenga que escribir
para darle consuelo




Primera vez

Sus noventa y siete kilos y toda
su lujuria cayeron sobre tu pubis
de nieve aún blanda.

Si hay dios, que esta noche
caiga de rodillas y llore
todo lo creado.


"El abrazo", Laura Giordani

girar de otra forma,
estremecer las omisiones:
esas piedras orbitando el corazón
estrellas muertas
capturadas por la tibieza en declive
de los cuerpos

resquebrajar las compuertas

dejarse anegar

ahora las cortezas mojadas
pueden arder bajo el corazón de los muertos
el fruto dejarse caer de su gravidez de azúcar
al suelo
--------prematuro

el árbol llorar su altura
junto al pájaro derribado

Del poemario Materia Oscura (Baile del Sol, 2010)




Fragmentos de «Vocación de cicatrizar», Mariel Manrique

Laura escucha la respiración de la tierra bajo la que tiembla un mundo. Ejecuta una delicadísima tarea de arqueología, exhumando lo que debe tatuarse en la memoria. Lo hace con la serenidad que destilan las imágenes pintadas por Fra Angelico y la determinación infatigable de quien no puede sino hundir sus manos en la noche más negra, para arrancarle los destellos que nos permitan seguir de pie. En los poemas de Laura no hay impostura, prótesis ni ornamento; no tienen flecos ni sobras, no hay exceso. Han sido cincelados amorosamente, con toda la ternura y la fiereza de la que el amor es capaz. Los poemas de Laura no son artefactos. Son la resistencia convertida en acto poético puro por una mujer que salta sin soga, sin arnés y sin red.

Laura va hacia abajo. Mira en la dirección de los olvidados y los desguarnecidos. Sus palabras pesquisan el dolor enterrado, para rescatarlo y cobijarlo en su alfabeto hecho nido. Es un doble dolor: el de haber sido arrojado a la existencia, sin haberlo pedido, y el infligido por la indiferencia y la conversión del prójimo en inerme objeto de crueldad. (...)

Adentro está todo lo que ha sido tapado por “una nieve sucia”. Por el desastre en el que hemos convertido nuestra salida de la infancia. La infancia está, para Laura, atrás y también adelante. Es la infancia primera que nos fue concedida y la infancia prometida que nos aguarda, si somos capaces de asumir y saldar nuestras deudas y dejar de ordenar, impasibles, las sucesivas muertes de los otros en el anaquel impávido de nuestras sienes. De detener el automóvil para acunar al perro moribundo en la cuneta, en lugar de “esquivarlo y acelerar para llegar pronto a casa”. (...)

Hemos sido exiliados de nosotros mismos. No solo de un país, sino de nuestra patria íntima de origen. De algún modo, fuimos expulsados de nuestra condición de niños, para adentrarnos en una adultez avara, que acumula negándose a soltar. Para soltar hay que restañar la herida y andar ligeros de equipaje.

Las varas poemáticas de Laura tienen no solo una textura pulida y despojada, sino una temperatura. Tibia como los cuerpos de los cachorros. Así como de esa textura surgen espontáneamente las “iluminaciones profanas” cuya belleza asediaba a Walter Benjamin, esa temperatura nos arropa y cobija. Mientras tanto, cada palabra es el hilo que sutura el tajo y nos desplaza a un territorio donde lo superficial es abolido, para quedarnos solo con el recuerdo de lo indispensable. Que brilla y brilla bajo la cruz del sur, a la que Laura regresa invariablemente".

Para leer el texto completo, aquí.

Fragmentos de «Glosas a Materia Oscura de Laura Giordani», Leonardo Torres

Al emprender la lectura de «Materia Oscura» tenía cierta aprehensión frente a la dificultad de abordar desde la poesía, un “tema «imposible»" (como dice Eduardo Milán en el bello prólogo) como el de la imposible niñez con que nuestras sociedades dan la bienvenida a millones y millones de niños. De Laura conocía ya su empatía profunda hacia la infancia y su lucidez rabiosa frente a la marcha del mundo y del mundo de las letras. Conocía también la fuerza creadora de su lenguaje y su exigencia, cosas que se ilustran en cada página de este libro. Pero dicha aprehensión, me di cuenta desde el primer poema, parece ser también el punto de partida de «Materia Oscura»: «llegar al poema como a una tierra minada de peligros» dice Laura y eso desde las orillas donde el mundo «se desploma» y donde debe también derrumbarse el lenguaje y emerger «el balbuceo». Y nos advierte que cuando el significado estalle «se verán los niños». No es, entonces, el niño quien ‘solicita’ el poema en su nombre, no son los buenos sentimientos ni la caridad que hacen llamado a la palabra poética, sino que, a través de la búsqueda de un lenguaje para el poema de hoy, el niño aparece como aquello que debemos decir antes que nada, como el puntal del mundo al que se pretende nombrar. (...)

Creo que si Laura «llega» hasta ese niño, si no se queda en una simple visión exterior y apiadada, si su viaje hacia ese otro que es el niño cobra consistencia y acarrea con el lector pese a la conciencia de la que hablamos al comienzo, es porque el libro está escrito por alguien que ha guardado las rodillas lastimadas de la infancia. En estos poemas hay una mujer que se mira en su propia infancia y desde ella constata la «cerrazón del mundo » donde hay otro niño que la mira, que nos mira. (...)

Hay aquí un tropiezo, una sacudida que nos devuelve a esa «lastimadura en las rodillas» y, de repente, el ‘tú’ que hasta ahora era el otro, se convierte en el ‘tú’ mismo de la poeta. Ella también ha dejado atrás « el humo y el árbol » porque « de sien a sien estallaron / los pétalos en la diáspora/ del perfume, de la infancia», ha perdido lo que ahora sólo es nostalgia o, mejor dicho, « dulce podredumbre en la espalda… pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo». (...)

Esta ‘fêlure’, esta grieta que presiento en Laura Giordani me parece fundamental para entender «Materia Oscura». Hay un terreno común para ambos ‘tú’, ambos poseen ojos donde «se estampó el espanto». Y pueden mirarse y la una puede decir al otro o, como diría Chantal Maillard, hace de su «propio dolor la posibilidad del dolor de los demás». El recuento sistemático (¿cómo evitarlo?) que tenemos en «el resplandor de la indigencia», nos conduce a los lugares del cataclismo permanente, donde los pájaros caen muertos del cielo y el cielo mismo se despeña y donde no puede haber un ‘dios capaz de arrodillarse’ ante tanto horror porque « ¿A qué dioses aplacar con la sangre de un niño o de un pájaro?» (...)

No hay respuesta, sólo una trayectoria posible hacia la compasión (movimiento que se ejerce a lo largo del libro) que confiesa, de algún modo, la impotencia de las palabras y nos devuelve a nuestra condición primera, la de ser, antes y después del poema, un cuerpo inmerso en este mundo y por ello aspirar a « sólo querer ser árbol para abrazarte».

Para leer el texto completo, pulsa aquí.

lunes, 18 de octubre de 2010

Poemas de Juan Carlos Bustriazo: una «tormenta en la boca»


Cueva de las manos, Patagonia (Argentina)

Juan Carlos Bustriazo es una tormenta en la boca. Inusual, intenso, sus palabras trazan surco en lo desconocido. Un dialecto secreto, una invención para decir todo aquello que se fuga. Para reinventarse en un exilio en el que los neologismos dicen lo que las lenguas agotadas han perdido. Siempre estarán los que patologicen la imaginación radical; los que quieran llamar «glosolalia» al arte de la creación de nuevos lenguajes, como si nadie pudiera desafiar las lenguas normalizadas, como si lo ya-dicho bastara alguna vez.

Bustriazo pasó por un psiquiátrico y la consecuencia más duradera de su presunta curación fue lisa y llanamente la pérdida de su capacidad de poetizar, de escribir, de respirar en los intersticios del lenguaje. La restitución de una supuesta "normalidad" lo confinó al silencio más terrible: la privación de su (otra) lengua. La violencia física y simbólica es inocultable; la salida del confinamiento psiquiátrico es también la cancelación de la posibilidad de desplazarse hacia esa lengua menor que Bustriazo construyó para decir(se), para aludir sus mundos, para hallar también sus rincones donde habitar.

No conozco ninguna tentativa similar en el campo poético latinoamericano actual. La poesía de Bustriazo tiene un sello único, inconfundible. El único «trastorno de lenguaje» aquí presente es el que conduce al don de arrancar nuevos susurros a la escritura. Su poesía es de esos hallazgos que uno ya no puede ni quiere olvidar.

Arturo Borra

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Cueva de las manos, Patagonia (Argentina)

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esta caja amarilla

desde lo repugnoso del desvelo desde lo colorado de la
sien desde los ábrete porque estoy vivo ay vidalita
desde la guitarra embichada desde el engreimiento del
cielo desde las chaquiras que puse en tus muslos ay
vidalita desde las mesnadas del llanto desde las ínfulas
de lo que es como piedra desde la embustera porfía
desde el abrepuño amarillo ay vidalita desde lo venenoso
del bochorno contra el corazón cabal desde el boato
de la cizaña desde lo contra el cuerpo y contra el alma
ay vidalita desde el racimo del vaso infausto desde
el espejillo donde tus ojos me comen desde la última vi-
sitación desde lo tremebundo de este estar ay vida-
lita desde la musa extraviada desde el tordillo platea-
do que perdió la querencia desde los soles que me
hieren porque soy más de las lunas ay vidalita desde la
sexta que está en un hilo desde esta vihuelada que
en el final es bermellón ay vidalita desde la codicia
del chupasangre desde el santiamén del olvido des-
de la sombra caudalosa desde no sé que, escalofrío y en
el disturbio de los ojos
ay vidalita


17

y anduve solo y no era la luz
fuíme por duros corredores
por los pasillos pesaroso
y saquéme un papel azafrán
con un saludo de tez granate
“he aquí que llégueme a verte
juancarlos estuvo en esta torre”
y fuíme solo y no era la luz
por los pasillos musitantes
atrás dejé los corredores
negros y más que hechos con cuervos
quedóse el papel inclinado
esperando tus ojos de mora
y como un ciego fui con las manos
interrogando a las paredes
buscando la puerta brillante
los tragaluces del castillo
el aire que andaba en el mundo
“juancarlos estuvo en este cuarzo”
fuíme solo y no era la luz

de Unca bermeja (1973), 1984


balada arcaica

ya te vas vegetal tornasolada no me prendas la flor del exterminio fulgimiento del agua de los ojos no me prendas la flor del exterminio hinchamiento del cielo qué potencias no me prendas la flor del exterminio qué hinchadura del mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio con el hijo salido de tu entraña no me prendas la flor del exterminio con el ala punteada de tu ángel no me prendas la flor del exterminio con arcillas que vuelan soberanas no me prendas la flor del exterminio en olor de adiós que me espeluza no me prendas la flor del exterminio con tu boca antañera tras tu boca no me prendas la flor del exterminio en amor de tu sombra sonadora no me prendas la flor del exterminio!

de Canción rupestre, 1972, inédito



Extraído de Lamás Médula


Tan huesolita que te ibas
tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia pie-
dra te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga
hermosa!

de Elegías de la piedra que canta (1969)



Vigésima Séptima Palabra

Yo les pregunto y a las gentes duchas
qué es esta música que se me bifurca?
Valse, ranchera, polca, si es mazurca,
minué del ángel, chotis de la bruja?
Esta feliz sonorería oriunda
del corazón, de la pasión nocturna,
la rara avis que me canta y turba,
me amasa nuevo, que me descorrupta?
Yo no lo sé. Son hartas las preguntas.
Quid de la sien, la lengua. Me disculpan?









Radiografía de La Pampa, en "Revista Lamás Médula"

“Te /estuve/ yo /quemándome/ en/ tu agua” escribe Juan Carlos Bustriazo Ortiz, en forma de crucecita, en el comienzo de uno de sus libros, “Elegías de la piedra que canta”, y pienso que acaso no sea necesario agregar nada más sobre este hombre, ni sobre su poesía; sólo leerla, y dejar que lo raro, lo extraño se instale, inevitable, mientras la boca sonríe, agradecida.

El hombre que, asegura, escribió los dictados de Dios, es ex telegrafista, errante nocturno, amante de la vida y la naturaleza y el poeta de La Pampa.

Juanllanca, Flamenco Bustriz, el Penca o el Piedra Juan, como lo llaman sus amigos, es dueño de una obra poética única, reveladora, fundamental para la literatura argentina y sin embargo casi desconocida. Poesía viva que fue creciendo con el paso del tiempo, como bien señalan las docentes Dora Battistón y Carla Rivara en sus estudios. Una primera etapa (1954-1969), vinculada al cancionero regional caracterizada por el uso de los recursos métricos que le son propios (zambas, milongas); un momento de transición (1969-1970), donde se va alejando del formato canción, y una etapa final, hacia los años ochenta, donde el lenguaje se multiplica en nuevas formas más complejas, más experimentales: “ensusurrándote”, “rinconoso”, “laguniñas”, las palabras se amalgaman en una fusión sorpresiva que gana en musicalidad, en cuerpo.


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POESÍA DE LA PAMPA SECRETA: JUAN CARLOS BUSTRIAZO ORTIZ, por Cristian Aliaga

Juan Carlos Bustriazo Ortiz nació en Santa Rosa, entonces capital del Territorio Nacional de La Pampa, el 3 de diciembre de 1929. Su obra poética, iniciada con

"Los poemas puelches" (1954-1959), incluye más de sesenta títulos. De ese conjunto extraordinario sólo se publicaron "Elegías de la piedra que canta" (1969), "Aura del estilo" (1970), "Unca bermeja" (1984), "Los poemas puelches"- "Quetrales" (1991) y “El libro del Ghempín” (2004); todos en pequeñas tiradas y prácticamente inhallables (1).

Bustriazo ha viajado por el fondo de la región pampeana: puestos, campos perdidos de la civilización, obradores de Vialidad y boliches que jamás figurarán en cartografías –como el legendario “Temple del Diablo”– han sido su país natal.

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OBRA COMPLETA: Canto Quetral

Editada:

§ Elegías de la piedra que canta 1969
§ Aura del estilo 1970
§ Unca bermeja 1984
§ Poemas Puelches; Quetrales. Cantos del añorante 1991
§ Libro del Ghenpín 1977

Inédita:

§ Huellas de la pampa honda 1954-1959
§ Aires de cobre y sal 1954-1963
§ Zambas del Piedra Juan 1954-1963
§ Últimas zambas del Piedra Juan 1960-1964
§ Canciones del campamento 1960
§ Chalileras 1961-1962
§ Puelchanas 1961-1962
§ Llantos del salitral 1962
§ Viento de la Milonga 1961-1964
§ Nuevos estilos 1965-1966
§ Tercer libro de estilos 1967
§ Estilos salidos de madre 1967-1968
§ Estilos de Juan Salado, con un poema de piedra negra 1968
§ Papeles de piedra azul 1968
§ Cantos Nerecos 1968
§ Agua enjuta, guitarra… 1969
§ Sien socarrada 1969
§ Cartas desde la piedra 1969
§ Segundo libro de cartas 1969
§ Tercer libro de cartas 1969
§ Últimas Cartas 1969
§ Y tu ángel y el estruendo… 1969-1970
§ Costilla de azucena 1970
§ Las yescas, canciones del enterrado 1970-1971
§ Cantar del ánima y canción de enjuto 1971
§ Cantos de malhayadas o canción de Juan Carlos 1971
§ Segunda canción 1971
§ Solo de agua 1971
§ Punteo violeta; tal vez Cantar de calamanquero, también Temple del diablo o Cuasi tercera canción de Juanllanca, y mismamente Vihuela, Endechas cinco libros en uno,1972
§ Los dibujos 1972
§ Las pinturas 1972
§ Canción rupestre 1972
§ Los decimientos 1972-1973
§ Caja amarilla 1973-1974
§ Palabra colorada 1974-1975
§ Cárdena la raíz 1974-1975
§ Libro sangrado 1975
§ Cofre de cuarzo 1975
§ Obsidiana 1976
§ El Olor del Ópalo 1976
§ Poemas parientales 1976-1977
§ Alcatufé - Topasaire - Sol azul - Pedernal - Piedra de oro cinco libros en uno, 1977-1983
§ El cantor del anillo de plata 1983
§ Piedra cocida 1983-1984
§ Canto escarlata 1984
§ Rëni Tafü 1984
§ Cóndor verde 1984
§ Tigre del sol 1984
§ Hoja sepia 1984
§ Boca del bohemio 1984
§ Ciclo lila 1984
§ Las trovas del linyera 1985
§ Rasguido de la peñola 1985
§ Juglar herido 1985
§ La caja de la bruja 1986
§ Madreselva 1986
§ Pájaro tío 1986-1987
§ Libro de las cuartetas y unas derrotas 1986-1897
§ Texto autónomo sobre el Cometa Halley 1986-1987
§ Libro de cortezas del flamenco Bustriz 1989
§ Los neotangos de charol 1989-90


Más información,
aquí.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Nueva temporada de recitales del CPPC

Centro Permanente de Poesía Crítica

Poesía que no cede a la hipnosis




Forrestbed de Parkeharrison



Librería Asociativa Traficantes de Sueños
Embajadores 35, Local 6
Lavapiés
28012 Madrid
http://www.traficantes.net/


(XIV): Sábado 16 de Octubre de 2010 – 19:00 hs.
Lectura poética y presentación de libros

Esther Ramón
Arturo Borra
Laura Giordani
Víktor Gómez






cuerpo

con azadas
la abrimos
y manaron
panes duros
de colores
vivos como
las mantas
que cubren
los rostros
de los muertos
y al morderlos
se borraron
los dientes
y vino el hambre
de lamer piedras
y un antiguo
peso
a impregnar
de arcilla
los cerezos

-
Esther Ramón, Grisú (Ed. Trea, 2010).








Casi todo

Más tarde supe: sobra
casi todo.

Esta escritura sobrante
sobrevive como una especie
que agoniza. No sé qué lenguaje apagado
invoca. En una grieta
me asomo hasta las últimas luces
y nada veo.

Sólo el desierto es consistente.
-
Arturo Borra, Umbrales del naufragio (Ed. Baile del Sol, 2010).







El tizne en las mejillas,
el perfume a muerte temprana,
la noche cubriendo la orografía
cárdena de tu cuerpo
con todos los relieves del maltrato,
tu sombra menuda repartiéndose,
haciéndote
cada vez más inconsistente
en el asfalto y las nubes
a contramano, duelen.

El zócalo de almohada,
la bolsita de pegamento,
su nana mortal contra la boca.

Te van endureciendo las esquinas:
sus ángulos cada vez más agudos
decapitan candores, desdicen
las mieles y vas cayendo sin cese
sobre las crestas frías del alba.

Duele la indiferencia:
esa extensión de sien a sien
donde se evapora el llanto tan rápido. -
-
Laura Giordani, Materia oscura (Ed. Baile del Sol, 2010).







Para que no

lo vieran

----------tuvo que
andar ----------a favor
de los vientos.

Como una daga ------------------(por el cuello)
que hacia adentro se entrega fácil

como un insípido veneno ---------(por la boca)
que transparente se disuelve

sin saber supo ser -------------aire
y así nos ganó para la muerte sin matarnos
todavía— -----------(como un virus)

---------Así es la mentira.


Víktor Gómez, Huérfanos aún (Ed. Baile del Sol, 2010).
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Entrada extraída del blog de Laura Giordani

domingo, 12 de septiembre de 2010

Cine y poesía (V): el último de los linyeras




Qué vivan los crotos* (Ana Poliak, Argentina, 1990) es de esos documentales de excepción que se sustraen del típico enfoque realista que prima en este género cinematográfico. El montaje no pierde de vista el proceso de producción cinematográfico: los titubeos, el nerviosismo, en suma, el habitual «fuera de campo», los ensayos más o menos torpes de unas personas dispuestas a representarse a sí mismas en una rememoración necesariamente fragmentaria. La directora no excluye las peripecias de la memoria de los entrevistados, la dificultad del retorno, la escenificación del recuerdo, el temblor de los relatos, como un registro de vacilación inherente a esa práctica testimonial que, necesariamente, coexiste con el silencio, denso y significativo, como dimensión de un espaciamiento presente en todo trabajo del recuerdo. De forma complementaria, las dramatizaciones –breves, mudas, fulgurantes- de linyeras jóvenes, aparecen como un plus a una red de fragmentos que se urden para dar consistencia al protagonista “Bepo”, el último linyera.
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Vagamundo anarquista, Bepo regresa a su Tandil natal (situada en el interior de la provincia de Buenos Aires, Argentina), luego de haberse internado por 25 años en un viaje sin más destino que el tránsito, apenas pautado por los trayectos del ferrocarril. Toda su historia conmueve: desde la melancolía que sobrevuela su relato rememorativo hasta su amor secreto e indestructible. De ahí el semblante por momentos nostálgico de nuestro personaje al evocar algunas figuras de lo inolvidable.
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Quizás la cámara asuma en este contexto el lugar del gran Otro. Por eso los personajes tiemblan, vacilan, arrancados de la intimidad, entregados a ese fluir evocativo alternativa o simultáneamente sombrío y lumínico, teatral y espontáneo. A pesar del formato documental en el que se instala la película, somos lanzados a completar las elipsis de la memoria selectiva, operación que sin embargo no concluye ni tiene término alguna vez. En las antípodas de «Funes el memorioso», el protagonista recuerda desde la lógica inconsciente en la que las omisiones son tan significativas como las apariciones.
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Como metáfora de la «errancia», Bepo evita aferrarse a una doctrina última. También es posible “crotear” en el pensamiento, como entrega a la intemperie radical. No sólo deriva del nómada sino búsqueda incierta de una libertad que implica atravesar la carencia, la lucha por la supervivencia y la sombra de la despedida que lo acompaña.

Para profundizar en la filosofía del linyera y la vida del protagonista, pincha aquí.
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Sobre la relación entre memoria y olvido que se plantea en la película, pincha aquí.
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*El término “croto”, sinónimo de “linyera” -perteneciente al lunfardo- proviene del apellido del gobernador bonaerense llamado José Camilo Crotto (1864-1936), que decretó una ley que evitaba penalizar a los menesterosos. A partir de 1920, los trabajadores rurales, llamados “peones golondrina”, podían viajar gratis en los vagones de carga vacíos del ferrocarril, de localidad en localidad, para poder desarrollar trabajos temporarios. “Croto”, entonces, es en primer lugar ese trabajador rural sin hogar estable, caracterizado por su vida errante. Posteriormente, el uso de dicho término se generalizó hasta abarcar a los vagabundos en general.
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lunes, 30 de agosto de 2010

Poemas de Arnaldo Calveyra


A punto de reconocernos, fuera de alcance de ese lugar de nombres, intensidad que poco a poco se vacía.

Espejo por donde el ahogado regresa. Encuentras en tu espera esa tarde del año 40 extraviada en pajonales. Encuentras el lugar desde donde nos atraían esas y otras preguntas, preguntas que oscurecen el agua.

¿No eran ustedes las hojas de todos los árboles?, lentamente volvían, ¿su esperar paciente en todas las caras? ¿No eran ustedes las hojas caídas de todos los árboles?

¿Eran ustedes casi todos los árboles, las hojas nuevas, hojas cayéndose, caídas, el madurar verde?
Espejo de estar por quedarte dormido. Pasa lo que no pasa. Transcurre lo que no pasa, pasa el agua, pasan las aguas de nuevos ríos. En espera siempre de lo mismo: desaparecerle al día.

Cosas que no oscurecen las estaciones.
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Palabras, llegaban silenciadas por la palabra siguiente, palabras que meditaba por lengua antes que por la pluma. Recién escritas, acompañaban el texto de las tardes, su manantial eran, su libro de lectura.

Horas de espera: terminaban dando en otra lengua, borradores de poemas que llegarían.

Entretanto, por saber de esa persona que se acerca entre los paraísos de la entrada, una luz asoma de la casa, desnuda las hojas de los árboles.
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No me dejes sin mi silencio, te pedí, no te lo lleves todo, que no me quede con el tuyo todo, solo.

Que cuando no me acabe de haber ido me posea mi silencio mudo.

Porque puedas oírme cuando no me acabe de haber ido.


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Olía triste. Nos llegaba la voz antes que el cuerpo, su voz cansada por el bajo. Y en la callecita, esa voz se callaba, los paraísos, para que la hilacha del cuerpo se detuviera atónita, se quedara mirándonos esperarla, su renguera se llevaba bien con el mentón.

Era tan triste esa llegada.

Y entonces no era una voz sino un velorio, un velorio con inacabables migas de pan sobre la falda.

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De Arnaldo Calveyra, Obra reunida, Adriana Hidalgo Editora.

Para visualizar una breve entrevista a Arnaldo Calveyra, pulsa aquí.

miércoles, 14 de julio de 2010

Sobre una extranjería deseable

Instalación de Cristobal Toral

1) Una extraña reivindicación

En casi todas partes, no faltan los que se suman a los logros (colectivos) ajenos. Son los que quieren subirse -no sin cierta actitud triunfalista- a alguna causa externa para reflejarse en algún espejo gratificante. Por mi parte, aunque pronto mi DNI dirá que tengo nacionalidad española, me siento argentino y no tengo deseos de disolver mis huellas. No se trata de una afirmación de arrogancia. Sentirme de otra parte no me convierte en un ser especial y la herencia dista de ser unívoca. Pero aún así, vivo en otro país del que nací y no reniego –ni tengo por qué hacerlo- de mi procedencia. A pesar de ese sentimiento, me considero distante a cualquier reivindicación nacionalista: Argentina es el nombre de un país heterogéneo, poblado de contrastes, al que estoy irremediablemente unido. Es probable que aunque mi experiencia vital en el presente haya producido cambios más o menos perceptibles en mi «identidad» –y me ahorraré toda la vulgata de la «multiculturalidad» y la «hibridación», grosso modo tan cierta como banal-, me seguirán vinculando con esa patria ausente no sólo los vínculos familiares y la memoria de lo vivido, sino también un cierto reconocimiento en algunas de sus gentes, sus prácticas cotidianas, sus modos de vivir la amistad, sus formas de conversar y de intimar.
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Nada hay de extraño en esa memoria y esos reconocimientos, dado que están ligados a la historia que me ha constituido. Tampoco me parece especialmente sorprendente la actitud triunfalista de quienes quieren subirse a las victorias ajenas –incluso cuando uno mismo pueda sentir cierta simpatía ante las mismas-. Lo que en cambio sí me resulta extraño es sentir la necesidad de reivindicar mi «argentinidad» en esos momentos y, contradictoriamente, mi «extranjería», no sólo con respecto al país en el que vivo ahora, sino también con respecto a mi propio país de origen.
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La primera necesidad reivindicativa nace en el momento mismo en que un discurso nacionalista (en este caso, español), de forma arrogante y prepotente, juzga a mi país de arrogante y prepotente. No se trata sólo de una generalización indiscriminada o una atribución ilegítima a un colectivo nacional de rasgos que más bien particularizan a ciertos individuos (agrupables, además, en procedencias nacionales de las más dispares). Se trata de una hostilidad que, aunque disimulada en lo cotidiano, aflora de manera abierta en ciertas ocasiones, como es el caso de una competición deportiva. La competencia, de hecho, activa una rivalidad. Pero cuando la rivalidad se convierte en hostilidad hay que preguntarse qué condiciones no-deportivas están concurriendo ahí.
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Por un lado, habría que referirse a la exaltación de un chauvinismo tan patético como reaccionario (1); simultáneamente, habría que señalar su contra-cara: la estigmatización de un Otro simétrico con el cual quien rivaliza puede sentir que se “mide” o que es “competidor”. Quizás Argentina, por una estrecha relación histórico-cultural que mantiene con España sea, para unas ciertas perspectivas nacionalistas de signo local, un nombre propicio para dar cauce (ser «objeto proyectivo» dirían los psicoanalistas) a ciertos temores colectivos irreconocidos. Como toda proyección, se pone fuera lo que no se quiere reconocer dentro. Desde luego, no habría que desligar ese chauvinismo de una forma más vasta de etnocentrismo: me refiero a la persistente creencia –tan provinciana como imperial- en la propia superioridad étnico-cultural de Europa. Ni siquiera un siglo de crítica lapidaria al «eurocentrismo» y a las «sociedades coloniales» ha logrado desterrar esa creencia mágica que hace coincidir lo mejor de la humanidad con lo que coincide con lo propio. De esa conjugación resulta un discurso hostil (“sudacas”, “muertos de hambre”, etc.) y acusatorio (“soberbios”, “charlatanes”, “insoportables”, “egocéntricos”, etc.) que se remata en el cliché xenófobo por excelencia: “vuélvanse a su país”. Ante esa constelación ideológica, el primer impulso es la réplica desafiante: “sí, soy argentino. ¿Y qué?”. Es cierto que bastaría con mencionar la historia relativamente reciente del largo exilio de ciudadanos españoles o incluso la diáspora de postguerra de cientos de miles de europeos arrojados a Latinoamérica con alguna esperanza de mitigar sus penurias materiales. Lo inmediato, sin embargo, es reconocerme en una identidad estigmatizada. Lanzar un gesto de desafío. Enfrentarme a los que se proclaman en una posición de superioridad, por su mera pertenencia a un “país desarrollado” (noción que, además de ser engañosa, presupone lo que hay que demostrar y más aún en un contexto polémico).
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Sin embargo, no bien me reafirmo en una diferencia estigmatizada –y lo mejor de cualquier «política de identidad» pasa por una trasmutación de valor-, no bien me constituyo en minoría, necesito también contrapesar esa reivindicación con una segunda ligada a la extranjería –a la ratificación de una «política de la diferencia»-, que niega estrictamente la lógica de la primera. “Soy argentino, pero también soy extranjero”. ¿Se trata de una mera contradicción lógica entre «identidad» y «diferencia»? ¿Cómo se puede ser argentino y extranjero simultáneamente? En verdad, esa doble condición parece emerger de la dialéctica entre nacionalidad y extranjería. Sólo se puede ser extranjero si se traspasa una frontera (nacional). Por tanto, aunque haya nacido en Argentina, eso no impide que pueda considerarme, al mismo tiempo, extranjero en todas partes. Eso es decir: mantengo lazos afectivos con el lugar donde nací, aunque el lazo mismo está ligado a una distancia. No me es indiferente el devenir del país en el que nací. No me da lo mismo lo que ocurre allí, incluso cuando sea consciente de que «lo nacional», lejos de constituir un significado estable (referido a una presunta «esencia nacional»), forma parte de los significantes flotantes que articulan los discursos políticos.
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Decía que no sólo me siento argentino, sino también extranjero. De ahí la necesidad de tomar distancia con respecto a esa reivindicación inicial, de alejarme de los rituales nacionalistas, de esa glorificación de la patria que olvida las divisiones internas, las desigualdades radicales, los antagonismos que nos marcan desde décadas. En definitiva, apremio por salirme de todo esencialismo nacionalista, que unifica de forma abstracta grupos e individuos antagónicos, asignándole unos atributos fijos (como la raza, la lengua o la etnia). Se dirá que lo mismo ocurre con conceptos genéricos como «humanidad» o «especie humana». Al fin y al cabo, tampoco estas categorías acusan las divisiones sociales (en términos de clase, género, raza, nación, etnia…). En efecto: no podemos dar por sentada esa especie humana como no sea bajo la forma de una unidad biológica que socialmente es si no interrumpida radicalmente transformada. El trazado de fronteras siempre es una operación estratégica e incluso suelen usarse unos trazados para derribar otros. Ninguna realidad positiva y estable para esas operaciones. Y si hubiera que construir alguna habría más bien que remarcar aquellas fronteras que los antagonismos de clase producen (con prioridad sobre los antagonismos inter-nacionales). Y reivindicar, sí, un internacionalismo de nuevo cuño, donde las políticas de igualdad democrática no quedan circunscriptas a una política territorial de los estados-nación sino que son tomadas como un desafío de instituciones supranacionales.
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A la par que acepto unas fronteras convencionales y móviles (producto de una institución geopolítica reciente) que delimitan comunidades imaginadas limitadas y soberanas (como diría Benedict Anderson), me rebelo contra la separación que producen con respecto a los que están más allá de esas fronteras. Los límites nos constituyen, pero terminan encerrando. En este sentido, se trata no sólo de una extranjería con respecto a la patria imaginada, sino con respecto a unas fronteras inestables que una configuración hegemónica delimita. Entonces, mi doble reivindicación quizás pueda cobrar legibilidad (si no legitimidad). Marca una distancia con respecto a un discurso etnocéntrico y colonialista, implicado en el nacionalismo, que circula también más allá de las fronteras nacionales. No es preciso renegar de la propia procedencia para salirse de ahí. La crítica al nacionalismo no implica el derrumbe del mismo concepto de «nación», pero lo matiza fuertemente, evitando su inflación: el mito de un origen distintivo y distinguido. Alcanza, pues, con evitar convertir esa procedencia en un fetiche o un mito que me habilitaría a posicionarme en una presunta superioridad.

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2) Mito y patria

Vengo de un país que por décadas produjo sobre sí mismo mitos gloriosos que hacían enorgullecer a muchos de sus ciudadanos. Esos mitos son plurales: desde Argentina como “granero mundial” hasta los argentinos como “los mejores en todo” mediante sus ídolos perennes, desde “crisol inagotable de razas” hasta “riqueza inagotable” de una nación, desde la “Europa latinoamericana” hasta la “cantera de talentos”. No caben dudas: ese orgullo nacionalista, con sus rituales de reafirmación colectiva, en más de una ocasión derivó en actitudes soberbias y despreciativas ante los otros; en más de una ocasión, también, fue la base para construir un vínculo asimétrico con otras nacionalidades, abriendo camino a la xenofobia, el racismo y la discriminación étnica.

Retrospectivamente, después de traumas colectivos como los que vivimos en Argentina en las últimas cuatro décadas, es difícil no terminar ridiculizando esas mistificaciones. A la base deshistorizante del mito siempre cabe contraponerle una historización radical. Así pues, muchos de los que nacimos y vivimos en crisis, lo que más bien sentimos es una cierta ambigüedad ante un país con muchas decepciones y algunas alegrías inesperadas, aunque no necesariamente mayoritarias, de reconocernos en ciertas prácticas locales: el juicio a los genocidas -a contrapelo de lo ocurrido en buena parte del mundo-, la creación de modos de autogestión obrera en fábricas recuperadas, el desarrollo de experiencias pioneras de economía comunitaria y de solidaridad barrial, la proliferación de movimientos sociales de lucha por los derechos humanos y el medio ambiente, la remoción de autoridades judiciales y policiales corrompidas, las iniciativas cívicas por la reconstrucción de espacios públicos o por la transformación de barrios periféricos, por mencionar unos pocos ejemplos, forman parte de una historia colectiva en la que también me reconozco. Muchas otras experiencias comunes, sin embargo, defraudaron unas esperanzas compartidas: desde las “leyes de la impunidad” hasta el “corralito”, desde el saqueo bancario hasta la corrupción generalizada, desde la destrucción del estado de bienestar hasta la privatización indiscriminada de recursos públicos, pasando por el crecimiento desmesurado de la pobreza, la desnutrición y el desempleo, por mencionar algunos fenómenos relativamente recientes.
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En cualquier caso, nuestras alegrías siempre estuvieron matizadas por la experiencia de la decepción. Quizás eso explique por qué nos dedicamos, a menudo de forma involuntaria, a cultivar la pasión por la distancia, no como forma de cinismo, renegación o repudio, sino como posicionamiento crítico ante unos discursos patrióticos que sólo fueron formas subrepticias de justificar la devastación social, política y económica. En nombre de la patria se expolió a una amplia mayoría social, se actuó en función de específicos intereses de clase que pauperizaron a las clases medias y populares argentinas, se reconstituyó el tejido social como mapa de desigualdad y exclusión (en beneficio de grandes grupos económicos nacionales y trasnacionales), e incluso se estructuró toda una cultura política dominante en la que la corrupción estructural, el clientelismo y nepotismo político, el personalismo populista y la injusticia –incluso la judicialmente producida- alcanzaron picos históricos. Cierto que podría alegarse que esa representación (ese “en nombre de…”) fue radicalmente espuria, que más bien se trató de una nueva «traición». El corolario de ese argumento sería la defensa de un “auténtico nacionalismo” que defienda las “causas nacionales” y los “intereses de la patria”. En un espacio social fracturado, desde esta perspectiva, un «interés general» genuino debería otra vez ser centralizado. Sin embargo, ¿quiénes serían los agentes de ese nacionalismo genuino y cómo definirían esas causas e intereses? Las respuestas históricas de las últimas cuatro décadas a ese interrogante han sido muy variables (2). En cualquier caso, esa variación constante explica un déficit en la producción de identificaciones colectivas con respecto a «lo nacional» y el escepticismo profundo ante sus supuestos “representantes” (líderes políticos, sindicales, empresariales, etc.). Dicho de otra manera, en unas condiciones de proliferación de antagonismos sociales y crisis de representatividad, no resulta extraño que muchos nos hayamos sentido distantes con respecto a los mitos asociados a ese sentimiento de pertenencia nacional, presente pero atenuado por la repetición del derrumbe.
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No es que tuviéramos algún mérito en especial. Crecimos en una crisis permanente que sólo la miopía podría reducir a su dimensión económica. Lo que estuvo en juego por muchos años no fue sólo ni principalmente nuestra capacidad adquisitiva o nuestra calidad de vida sino, más bien, la crisis con respecto a unas identificaciones colectivas ligadas a la “nación” (como espacio común de reconocimiento) y, por extensión, la crisis con respecto a sus representantes políticos expresos, no sólo por sus carencias éticas graves, sino por sus orientaciones político-partidarias marcadas tanto por un ideario neoliberal más o menos encubierto como por un pragmatismo errático distante a cualquier ideal de justicia. No es extraño, pues, que muchos nos hayamos sentido extranjeros en el propio lugar, incluso aquellos que no se han visto impelidos a migrar o desplazarse a otra parte. Podría objetarse que esa extranjería ha producido perjuicios en muchas ocasiones: el frenesí individualista, el desentendimiento con respecto a la construcción de espacios en común, el repliegue de una ética de probidad pública, la autojustificación hedonista y, en definitiva, la propagación de una lógica de la supervivencia que desata los lazos sociales en nombre de la propia vida constreñida. Sin embargo, habría que apresurarse a señalar que todas esas prácticas nada tienen (ni tenían) de extranjeras. Más bien, constituyen pautas hegemónicas que definen algunos rasgos centrales del capitalismo en su fase globalizadora.

Para decirlo de forma sumaria: la extranjería a la que me refiero aquí es añoranza de una forma de existencia social obstruida por un sistema que desborda pero implica a los diversos nacionalismos. Y es precisamente esa añoranza lo que da lugar a un distanciamiento de las condiciones de existencia del presente. Por lo demás, la fábrica de mitos nacionalistas no tiene patria. No es industria nacional. Por eso me cuesta no reírme cuando se me juzga por los mitos asociados a mi país. Como si cada patria no tuviera los suyos, como si los demás no estuvieran igualmente atrapados por la pugna entre mitos nacionalistas y la apuesta por salirse de ellos, a partir de la invención de una extranjería deseable.


Instalación de Cristobal Toral

3) Migración y nacionalismo

Habría que hacer un trabajo de distinción fundamental para desligar «extranjería» y «migración». El primer término no implica el segundo e, inversamente, el migrante casi nunca es suficientemente extranjero, anclado a menudo a ciertos mitos consolidados de la patria. Un sujeto migrante puede ser, sin contradicción manifiesta, el más férreo defensor de los nacionalismos y tampoco es necesario moverse en términos geográficos para desarrollar esa sensibilidad crítica que define la extranjería. En cualquier caso, aunque suelen confundirse en la práctica, perder esa diferencia semántica da lugar a una práctica de confusión (la misma que lee las migraciones en clave puramente económica). Rehuir de las malas generalidades es una forma de dar cuenta de la singular complejidad de los actos. A la acusación de individualismo ético que suele atribuírsele uniformemente al migrante –incluyendo el juicio fundamentalista sobre una presunta deslealtad patriótica-, no sólo habría que recordar que uno no se va necesariamente para salvarse (dado que no hay salvación en ninguna parte), sino que muchos de los que se quedan forman parte de ese individualismo que dicen repudiar (3).

En cualquier caso, la crítica a los nacionalismos de diverso signo no pasa centralmente por una historia de las migraciones. La migración, en última instancia, forma parte constitutiva de un sistema globalizado que apuesta por regular la circulación de personas en función de la necesidad de trabajadores según los flujos inestables de mercancías y capital. Y aunque las migraciones son irreductibles a esa apuesta sistémica, en cualquier caso, las últimas décadas muestran que una lógica económica globalizadora no significa supresión de una lógica política nacionalista. El crecimiento de los flujos migratorios no equivale a la erosión de los nacionalismos. Lo que permite elaborar esa crítica es la «extranjería» no en su estatuto jurídico sino en su estatuto vital y comunicacional: como experiencia de una distancia fecunda.

Cuestionar la propia patria y exaltar otra, más mítica que histórica, atribuyéndole virtudes metafísicas no deja de ser una operación unilateral. Una crítica radical debe dar lugar a una crítica a la «lógica nacionalista», que exalta unidades político-territoriales que -conviene recordarlo- en la mayoría de los casos han sido instituidas en un pasado no muy distante (y que, para resumirlo, identificamos con la modernidad capitalista). Como extensión a ese nacionalismo, por lo demás, es habitual encontrar discursos que tienden a construir «estereotipos» nacionales, que responden más a unos prejuicios (proyectivos) arraigados en una cultura local que a unas constantes antropológicas de aquellos a los que juzgan. No resulta sorprendente el tráfico acrítico y prejuicioso de estereotipos sobre lo “propio” y lo “ajeno”, el impulso totalitario que se activa contra los otros a la par de la autoexaltación chauvinista. No estamos lejos del «inconsciente fascista» al que Deleuze y Guattari se refirieron de forma memorable. Más específicamente, habría que preguntarse sobre los agenciamientos colectivos que se activan cuando impera un discurso eurocéntrico arrogante, que ensalza las virtudes de Europa inferiorizando a los otros (los “sudacas”, los “chinos”, los “negros”, los “moros”, los “gitanos” y hasta los “rumanos”… ¡pertenecientes a la comunidad europea!). Esa inferiorización, una vez más, alude al mismo tiempo a un repudio fundamental: la construcción de otros estigmatizados en el seno de lo propio. Como si el deseo nacionalista por excelencia fuera extranjerizar a una parte de la ciudadanía, a fin de convertirla en depositaria de lo indeseable.

Hace unos meses alguien me hablaba con petulancia de la “argentinización de España”, para referirse a la creciente corrupción de algunos de sus partidos de masas. A ese pensamiento tramposo –que construye como atributo de una nación lo que es rasgo de una práctica generalizada en países de los más diversos-, habría que contraponer, pues, una respuesta más allá del nacionalismo. Podría haber contestado: “Si España se argentiniza será porque previamente Argentina se ha españolizado”, pero más precisamente, haber dicho: “La corrupción no es un invento argentino. Europa la conoce muy bien, desde dentro”.

4) La extranjería como posibilidad de la crítica

La experiencia de la extranjería remite a constelaciones diferentes: a un estatuto jurídico, en primer lugar, que confiere derechos y obligaciones como ciudadano; a una exclusión con respecto a una comunidad de pertenencia territorial y nacional; a una proveniencia extraña con respecto a un espacio en común; a una diferencia lingüística y cultural reafirmada como pluralidad; a una distancia, finalmente, con respecto a una cultura en común, esto es, como modo específico de concebir y vivir la experiencia con el otro y con el mundo. No se trata de significaciones excluyentes; a menudo se conjugan y se consolidan recíprocamente en la práctica.
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Contra el discurso dominante de la globalización neoliberal que niega toda extranjería política, dando por sentada la inclusión de hecho de todos los seres humanos como consumidores en una comunidad trasnacional e incluso contra un cierto cosmopolitismo liberal que plantea un modelo de ciudadanía fundado en una universalidad de derecho, en el que ya no habría más que ciudadanos del mundo, no cabe invocar entonces un nacionalismo igualmente pernicioso, que construye las diferencias como legitimación de las desigualdades.
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Al discurso del fin de la extranjería habría que contraponer, más bien, la afirmación de que todos somos extranjeros. El problema es cómo cada cual se vincula con su propia extranjería, esa “inquietante extranjería” del sí mismo como otro del que hablaba Freud y que tan lúcidamente retoma Kristeva en Extranjeros para nosotros mismos. Todos somos extranjeros pero no todos nos aceptamos como tales. Quien reniega de esa condición termina proyectándose en otros. Todo repudio nace ahí. En esa renegación de (una parte de) sí que produce la xenofobia.
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Así pues, somos esa distancia con respecto a nosotros mismos. La elucidación de esa distancia es la posibilidad misma de la crítica. Y es esa distancia como experiencia la nos hace interpretar el presente en clave de interrogación, como retorno de lo familiar que contiene lo extraño, del sí mismo como otro, de la extrañeza como corazón de lo presuntamente conocido. No faltan los que niegan ese corazón. Alzan muros para negar lo que los constituye: sus deseos profundos, sus temores más primitivos, sus fantasmas inconscientes. Pero la mediocridad –se sabe- no tiene patria. Cada cultura forja sus mitos, sus leyendas, sus idolatrías. La extranjería no es sino la construcción de una relación crítica con esos mitos, leyendas e idolatrías; una puesta en entredicho de lo habitual.
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Cada cual inventa una fábula para vivir como desea, pero no todo es equivalente. Convertir la historia en fábula mítica puede ser un buen consuelo. Pero el problema de las fábulas es que mienten; tapan la verdad de nuestra experiencia vivida en común. Por eso la extranjería necesariamente incomoda: recuerda la condición fabulosa de lo mítico. Pero puesto que la extranjería no pertenece a nadie, ningún sujeto ocupa el lugar pleno de la verdad. Nos aproximamos a la verdad cuando asumimos la verdad como extranjería. Eso supone un desplazamiento permanente del sujeto hacia aquello que permite interpretar de forma crítica su realidad histórica y social efectiva. Somos extranjeros a la verdad y en esa búsqueda -esa «errancia»- nos reconocemos como extranjeros con respecto a nosotros mismos. Aprender a convivir con esa lejanía es aceptar que ya no se pertenece exclusivamente a ninguna parte: argentino, sí, pero también extranjero.
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Arturo Borra-----------
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(1) Al respecto, conviene señalar que no todo «nacionalismo» adquiere este cariz chauvinista. En términos históricos, dentro de la izquierda política, han emergido diferentes “movimientos de liberación nacional” (basados en una política anticolonialista), especialmente a partir de fines del S. XIX que han logrado una cierta independencia política de las colonias con respecto a sus antiguos colonizadores. Dudo, sin embargo, que legítimamente tras esos procesos no pudiéramos alzar una exigencia política universal relativa al desarrollo de un proyecto de sociedad autónoma, sin tutelajes metropolitanos. Si bien la argumentación de B. Anderson resulta convincente al señalar que no existe relación necesaria entre «nacionalismo» y «fascismo» (Comunidades imaginadas, Fondo de Cultura Económica, México, p.209), eso no implica que no haya relación alguna (y elucidar esa relación sigue siendo en buena medida una tarea pendiente). Es cierto que mientras el «racismo» plantea al otro como inconvertible, el «nacionalismo» no niega la posibilidad de una inclusión de ese otro (a partir de la nacionalización) dentro de la propia comunidad imaginada. Del mismo modo, mientras que la posición racista habitualmente se manifiesta al interior de unas fronteras nacionales, la posición nacionalista se hace manifiesta de cara al exterior. Sin embargo, habría que preguntarse qué ocurre cuando la «nacionalidad», de forma solapada, es construida como una categoría identitaria naturalizada, más allá del estatuto jurídico de la persona. Dicho en otras palabras: si una sociedad instituye como estable la equivalencia entre «nacionalidad» y una «raza» o «etnia» particular, entonces, el efecto del nacionalismo termina siendo la reivindicación racista o etnocéntrica. Tal parece ser la operación discursiva que algunos grupos de derecha plantean en EEUU (que no dudan en plantear como «extranjeros» a una parte de la población nacional). Más en general, cualquier variante nacionalista que construya una presunta «esencia nacional» (una identidad fija) plantea como contratara la imposibilidad de integrar una diferencia determinada. En ese nivel, el nacionalismo puede devenir una forma de fascismo: la superioridad de la nación se materializa en exterminio de los “extranjeros” allí donde estén.

(2) La búsqueda pública del «interés general» ha seguido derroteros distintos y contrapuestos: desde el genocidio de una disidencia política relevante hasta el precario intento de una consolidación institucional desestabilizada menos por el poder militar que por el poder económico; desde la privatización de lo público y el crecimiento del endeudamiento estatal hasta la reconstrucción de un modelo agro-exportador ante el incremento de la demanda externa de materias primas. En suma: más que constatar respuestas que de forma universal han priorizado unos intereses particulares con consecuencias colectivas nefastas, lo que resulta claro es que las respuestas específicas a lo que constituye en un momento dado el “interés general” varían de período en período y de gobierno en gobierno. Como significante en el campo político, la significación de dicho “interés” varía según la posición política en la que nos situemos. Nada diferente ocurre con la noción de «lo nacional-popular»: carece de un significado estable. Su sentido depende de la articulación que un discurso político específico efectúe. Si bien dicha inestabilidad semántica forma parte del juego democrático, al menos para muchos de nosotros el sentido de la democracia ha estado mucho menos vinculado a la pertenencia a una comunidad nacional que a la posibilidad de acceso igualitario a ciertas oportunidades sociales (laborales, intelectuales, educativas, etc.) que, ciertamente, no fueron moneda corriente en las últimas décadas en Argentina para una parte importante de la población.

(3) En este sentido, evitar juicios morales unilaterales tanto sobre los sujetos migrantes como sobre los sujetos nativos es escapar a una lógica binaria y simplista que atribuye comportamientos homogéneos a sujetos heterogéneos. Es tan cierto sostener que algunos grupos de inmigrantes se mueven por los espejismos de bonanza económica sobre alguna patria lejana como afirmar que otros se mueven por el deseo de cambio cultural, por la voluntad de salirse de una específica forma de vida o incluso por una voluntad de vivir amenazada en su país de origen. A la inversa, es inverosímil sostener que la estancia permanente de las poblaciones nativas responde a la altruista «decisión» de defender lo nacional.

domingo, 27 de junio de 2010

Un poema de Marina Tsvetáieva



Perdóname. No quería.
Es grito de entraña devastada.
Así esperan los condenados
su ejecución al alba,

jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del vigilante.
Somos los peones de un tablero
y alguien va jugando con nosotros en él.

¿Dioses buenos? ¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo sangriento.
Ya se ha acabado el juego.

Un cigarrillo por última vez.
Y escupir -ah vida, vida.
Escupir. Al borde del tablero,
abierto está el camino -desangrarse-

a la huesa. Te miro de reojo.
Es la luna un ojo secreto que vigila.

-Qué lejos estás ya.


Marina Tsvetáieva. Poeta rusa nacida en Moscú en 1892. Casada con un oficial del ejército zarista,emigró al extranjero en 1920 y regresó a Rusia en vísperas de la guerra contra el fascismo hitleriano, al que había maldecido en sus versos cuando se hallaba todavía en la emigración. Tras su retorno del exilio, tanto su hija como su marido fueron arrestados y éste último fusilado. En conjunto, Marina Tsvetáyeva no sólo padeció diferentes infortunios familiares, sino también una absoluta desaprobación oficial y una situación de intensa pobreza, circunstancias que culminan en su destierro a Yelábuga, Tartaristán, donde se suicidó en 1941.
Rehabilitada de forma reciente en Rusia, es una de las mejores poetas rusas del S.XX. Entre sus libros de versos cuentan Álbum de la tarde, Linterna mágica, De dos libros, Campo de cisnes, Leguas, Fin de Casanova, Separación, Versos a Blok, Psique, Profesión, Después de Rusia, Versos a Chequia. Cuenta además con algunas obras de teatro y de prosa.



sábado, 5 de junio de 2010

Tres poemas de «Extra»- Antonio Méndez Rubio



Nocturno

Cualquier noche
y también esta noche
vale en la gratitud,
en la paz que no va a volver,
por no haber entendido
lo suficiente.


---------1

Mientras flota otra vez la nieve
por la nocturnidad
sin dirección, ni acoso,
salgo a ver en el humo
de la casa arrasada
contigo
dentro.




Expira
---
Sueño breve el
ruido de la elección. Necesito
no remedar el pulso,
esa abstinencia de la memoria:
me recuerda que iba a ser cierto:
---------------------------------no oí
el murmurar visible de las hojas blancas
cuando se hacía de noche.

Inspirar; espirar.
Cuidar del aire.

Ellas estaban allí, prendidas
del sonar en la lluvia, no lejos,
aunque en ningún momento pude
oírlas.


De Extra (2010), Antonio Méndez Rubio

sábado, 29 de mayo de 2010

Lecturas Poéticas en Valencia (Colección Transatlántica, Amagord)

Hora de inicio: Viernes, 04 de junio de 2010 a las 19:30
Lugar: Librería Primado y El Dorado MAE


Los poetas Andrés Fisher, Roger Santivañez y Forrest Gander ofrecerán una lectura poética en Librería Primado (Avenida del Primado Reig, 102, 46010 Valencia) con motivo de la reciente publicación de sus libros en la Colección Transatlántica de Ediciones Amargord.

Juan Soros, director de la colección, acompañará a los poetas junto a Benito del Pliego y Víktor Gómez.

Por la noche, a las 23 hs en El Dorado MAE (calle Alzira, 25) Jam Transatlántica con Benito del Pliego, Juan Soros, Laura Giordani, Arturo Borra, Pablo Camús, Sebastián Vitola, Aldo Alcota y Gonzalo Lagos. --


Andrés Fisher (Washington DC, 1963) estudió medicina en Chile, se doctoró en sociología en España y actualmente es profesor en EE. UU. A muy temprana edad viaja a Chile, donde crece en Viña del Mar. Ha publicado Ocularmente Ávido (1992), Composiciones, Escenas y Estructuras (1997), Hielo (2000, premio Gabriel Celaya), Relación (2008) y Series donde se reúnen sus últimos tres poemarios. Ha traducido a Haroldo de Campos al español y a Antonio Gamoneda al inglés (junto a Benito del Pliego).


los poemas del hielo I

i.

El horizonte delante y también detrás, en los espejos retrovisores:
figuras geométricas formadas por sombras sobre el asfalto delimitando áreas de sentido.

ii.

El día aconteciendo en la mirada del que viaja:
en su transcurso, un rostro disolviendo sus rasgos hasta hacerse parte del asfalto.

iii.

No solo aviones cruzan el cielo del que conduce:
también lo hacen grúas y farolas; puentes, señales y vehículos sobre ellos.

iv.

Áreas de sentido pintadas sobre el asfalto:
trazados amarillos las expresan y gobiernan una vida.

v.

El horizonte fragmentado por el trazado autoviario:
el brillo del son en cada una de las piedras aglutinadas sobre el asfalto.

vi.

La superposición de sombras y trazados:
Las señales grandes y azules entre el horizonte y los espejos retrovisores.



Forrest Gander es autor de varios libros de poesía entre los que destacan Eye Against Eye, Torn Awake, y Science & Steepleflower en la editorial New Directions y la reciente novela As a Friend también traducida al francés. Se presenta en España con una selección de su poesía editada más una serie de inéditos traducidos por Valerie Mejer en Libreto para Eros. Es traductor de Coral Bracho, Pura López Colomé y Jaime Saenz, (con Kent Johnson). También ha editado dos antologías de poesía Mexicana.


Para C

Dentro, dentro del regreso, dentro, el héroe se disminuye.
Ellos colocan un velo en la nave de ella y cuando es alzado
el nombre de la nave se ha perdido. Considera la
oscuridad del agua que no tiene olor y que tampoco puede tragar.
Aún así la proa se extiende sobre el proscenio como un caballo
en una valla y la orquesta se levanta y sale en fila.
En el largo camino a casa, añoro ver tu rostro.



Roger Santiváñez (Piura, 1956) fundó el estado de revuelta poética denominado Movimiento Kloaka (1982-1984). Recientemente a publicado Eucaristía (2004, premio JM Eguren de Nueva York), Dolores Morales de Santibáñez, Selección de Poesía (1975-2005) (2006), Labranda (2008) y Amaranth precedido de Amastris, última entrega de su poesía más reciente y primera edición de su obra en España. Eduardo Milán introdujo su poesía en España con la muestra Pulir Huesos. 23 poetas latinoamericanos que preparo para GalaxiaGutenberg en 2007.



AMARANTH NYZ

1.

Viaje mar incomprendido ade
Mán de la garza salpicada por
Doquiera quiso apropiarse de

xxxxxxxxxLa rosa


En la lejana espalda de su amor
Remoto reino equiparado a un
Corazón vuelve mar con brisa
Salerosa transparenta fluído mag
Nético noble dominio callado en
El desierto sechurano expresa
Nítido fantasma no hay ninguna
Sobradera o ladrido ‘e perro-lobo
En la distancia sólo tu fragancia
Sutil salina me repone el ama
Dor callejero extraviado en lan
Das cinerarias o dormita el ere
Mita coronado su placer de

xxxxxxxxInsana flor




Benito del Pliego (Madrid, 1970) ha publicado cuatro libros de poemas: Fisiones (Madrid: Delta Nueve, 1997), Alcance de la mano (Nueva Orleáns: edición de autor, 1998), Índice (Alcira: Germanía, 2004) del que prepara, en colaboración con Pedro Núñez, una edición virtual para El Águila Ediciones (elaguilaediciones.wordpress.com) -por este poemario recibió el Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya en 2004- y Merma (Tenerife, 2009). Zodiaco (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2007) es un anticipo de Fábula, libro de próxima publicación. También cultiva la poesía en su vertiente plástica, como se puede ver en Todos o casi todos. Antología de poesía visual, experimental y mail-art en España (Palencia: Cero a la izquierda, 2004).


Juan Soros (Santiago de Chile, 1975), se titula de Ingeniero Civil de Industrias de la Pontificia Universidad Católica de Chile el año 2000. Actualmente realiza estudios de Doctorado en Filología Románica en la Universidad Complutense de Madrid gracias a una Beca de postgrado en el extranjero del Fondo del Libro de Chile. Su obra está incluida en diversas antologías entre las que destaca Cantares, nuevas voces de la poesía chilena, editada por Raúl Zurita en 2004. Publicó es Tanatorio (Al Margen Editores, 2002), texto ganador de los Juegos Literarios Gabriela Mistral en 1999. Su segundo libro, Cineraria, obtuvo en 2005 el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, y fue publicado en España por Amargord ediciones.