domingo, 27 de junio de 2010

Un poema de Marina Tsvetáieva



Perdóname. No quería.
Es grito de entraña devastada.
Así esperan los condenados
su ejecución al alba,

jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del vigilante.
Somos los peones de un tablero
y alguien va jugando con nosotros en él.

¿Dioses buenos? ¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo sangriento.
Ya se ha acabado el juego.

Un cigarrillo por última vez.
Y escupir -ah vida, vida.
Escupir. Al borde del tablero,
abierto está el camino -desangrarse-

a la huesa. Te miro de reojo.
Es la luna un ojo secreto que vigila.

-Qué lejos estás ya.


Marina Tsvetáieva. Poeta rusa nacida en Moscú en 1892. Casada con un oficial del ejército zarista,emigró al extranjero en 1920 y regresó a Rusia en vísperas de la guerra contra el fascismo hitleriano, al que había maldecido en sus versos cuando se hallaba todavía en la emigración. Tras su retorno del exilio, tanto su hija como su marido fueron arrestados y éste último fusilado. En conjunto, Marina Tsvetáyeva no sólo padeció diferentes infortunios familiares, sino también una absoluta desaprobación oficial y una situación de intensa pobreza, circunstancias que culminan en su destierro a Yelábuga, Tartaristán, donde se suicidó en 1941.
Rehabilitada de forma reciente en Rusia, es una de las mejores poetas rusas del S.XX. Entre sus libros de versos cuentan Álbum de la tarde, Linterna mágica, De dos libros, Campo de cisnes, Leguas, Fin de Casanova, Separación, Versos a Blok, Psique, Profesión, Después de Rusia, Versos a Chequia. Cuenta además con algunas obras de teatro y de prosa.